Los duelos de los niños son duelos especiales pues sus mecanismos son distintos a los de los adultos. Se necesita de un cierto desarrollo cognitivo para entender el concepto de la muerte por lo que es lógico que no se pueda asumir o integrar algo que no se entiende.

Hay otros conceptos claves necesarios para que los niños puedan encajar y entender qué significa una muerte. Estos conceptos son los siguientes:

• Tiempo: no entiende el ahora, el ayer, el nunca más y el para siempre. No entiende su significado.
• Irreversibilidad: deben entender la no-posibilidad de cambiar las cosas, de volver atrás…
• Transformación: el cambio, la posibilidad de que lo mismo sea distinto. Un niño entiende que se puede tornar la situación, por ejemplo, cuando le explicamos que el abuelo ya no irá a recogerle al colegio y te dice que lo comprende, pero al momento te vuelve a decir que si irá el abuelo igualmente a recogerle… Tampoco pueden entender que el abuelo siga siendo el abuelo, pero sin vivir.
• Esquema de causa-efecto: cuando algo ocurre, se dan unas determinadas consecuencias. Si se dan ciertas circunstancias, las cosas pueden cambiar.

La gestíón del duelo del menor

Por muy pequeños que sean los niños, todos saben qué es el dolor, todos saben llorar y sonreír sin que nadie les haya enseñado cómo hacerlo, así como ser capaces de percibir y reconocer cuándo algo extraño está sucediendo a su alrededor. Por este motivo es importante saber que lo más correcto no es ocultarle a un niño la noticia de la muerte de un ser querido porque se le está apartando de la realidad e, indirectamente, se le está pudiendo hacer percibir la muerte como algo indoloro, desconocido o poco importante.

Cuando un niño sufre la pérdida de un ser querido necesita apoyo, atención, persistencia y transparencia a la hora de expresar y de hablar acerca de los sentimientos, tanto del adulto como del propio niño. Los niños necesitan saber que serán atendidos, que estarán a salvo y que la muerte de la persona fallecida no significará un desamparo para ellos; necesitan tener información acerca de la muerte de la persona, por lo tanto, es importante que cuenten con alguien que pueda responder a sus preguntas; necesitan participar en lo ocurrido y que se les tenga en cuenta. Permitir que los niños opinen o participen en el funeral o en su preparación les hace sentirse importantes, útiles y reconocidos.

Podemos encontrar a niños que realizan una misma pregunta a más de una persona… Seguramente lo hace para buscar coherencia en las respuestas de distintos adultos, construyendo así su nueva realidad acerca del concepto de muerte y todo lo que conlleva.

Alteraciones en la conducta

En ocasiones, podemos encontrar unas determinadas alteraciones en la conducta y actividad de los niños debidas a las consecuencias de sufrir la pérdida de alguien querido. Se puede mostrar una autoestima más baja de lo normal, ansiedad o depresión, problemas de sueño, terrores nocturnos, vuelta a hacer pipí en la cama o dolor traducido en algún problema de salud.

Si comunicamos la noticia de la muerte de un ser querido a un niño de forma extremadamente trágica, éste elaborará el duelo desde el dramatismo y el caos. En cambio, si se expresa de manera más tranquila, sin esconder el dolor, incluso siendo capaces de llorar frente a él diciéndole que es normal estar triste y sentir dolor, el niño percibirá un concepto de muerte más real, con más humanidad, confianza y naturalidad.